Textos
Professions sexis
(La Vanguardia 05/04/2024)
I a més no ploren, facturen!
*****
¿Mejor ser funcionario?
Pero sucede que uno, que es muy observador, ha confirmado que todos aquellos amigos o amigas que han trabajado para la administración, sea en el Ayuntamiento, la Generalitat o la universidad pública, han tenido, en general, una mejor vida, en el sentido laboral y salarial de la expresión, que los que han navegado por la empresa privada. No se trata de que hayan ganado más o menos dinero, que en esta cuestión la cosa va por etapas y puestos de trabajo, aunque en los últimos años los salarios de la administración son de normal mejores incluso en los puestos más bajos de la escala. Pero sí se corrobora la garantía de una estabilidad formidable además de unos horarios más adecuados para conciliar la vida familiar. Sucede, además, que la mayoría de los funcionarios ya han abrazado a nuestras edades la prejubilación a edades muchos más tempranas de los que siguen trabajando con contratos de empresas, con excepciones.
Quiero citar también en esta reflexión a los amigos y amigas que han intentado desarrollar, como autónomos, ideas para ganarse la vida; y aquí sí que les digo que por norma el sacrificio es enorme. A las dificultades de montar cualquier tipo de negocio, con una burocracia kafkiana, se suma la abultada paliza de impuestos y las pocas contraprestaciones en comparación con cualquier asalariado. Siempre recuerdo a mi padre, toda la vida de autónomo y le quedó una pensión de mierda. Ser autónomo en España es casi un acto de heroísmo, y conozco a varios que, agotados del esfuerzo, tomaron aire y optaron por intentar sacarse una plaza de funcionario en cualquier administración o empresa pública. Es asombroso lo que este país dificulta la iniciativa privada y cómo, al fin, se empuja a muchos a tirar la toalla para reorientar su esfuerzo hacia la función pública.
Por esta razón, cuando surge el momento de dar consejo, ya sea a mis hijos o a los hijos de otros, cosa que odio, me debate entre la vocación y la realidad, entre animar a dar un salto arriesgado intentando ganar peso en el mundo privado o dedicar unos años a prepararse una oposición con la posibilidad de ganarla y de, en términos prácticos, tener la vida resuelta. Cada vez se me hace más difícil defender la primera opción, observando los salarios que se están pagando a los jóvenes (y mayores) en el mercado privado y cómo año tras año mantienen la misma situación o empeoran con situaciones dramáticas, como esos amigos que han sido despedidos con cincuenta o algunos años más.
Después los "expertos", muchos de los cuales suelen ser académicos e investigadores, se quejan de que este es un país donde todo el mundo quiere ser funcionario. Y me pregunto qué consejo darán ellos a sus hijos cuando llegue el momento de orientarles hacia el futuro.
*****
D’aquí mig any, amb el començament del nou curs acadèmic, un nombre indeterminat de joves se n’aniran d’Espanya per continuar o completar els estudis en altres països. Molts ho fan amb el sacrifici econòmic de les famílies; d’altres aconsegueixen beques de les universitats que els reben, i un altre nombre considerable són becats per fundacions i entitats privades espanyoles. De fet, destinar fons a l’educació a l’estranger figura entre els mèrits que aquestes organitzacions exhibeixen en les seves memòries anuals per millorar la seva “cotització” a la borsa de la seva responsabilitat social corporativa, últimament tan valorada pels creadors d’imatge.
No serà aquest cronista qui desqualifiqui aquests esforços personals ni aquesta tasca. No pot ni vol fer-ho perquè aquestes accions formen part de l’anomenat ascensor social i, des d’una mentalitat purament pragmàtica, és evident que gran part dels directius d’empreses d’aquest país –aquells que en algun banc guanyen més d’un milió d’euros anuals– van poder adquirir aquella formació afegida, probablement selecta, i tenen l’enorme avantatge del domini d’idiomes, el dèficit tradicional de l’educació a Espanya. Un alt nivell formatiu garanteix un alt nivell empresarial i fins i tot polític de qualsevol país... suposant que el país pugui o sàpiga recuperar el talent perdut.
I aquest és el problema: una simple conversa amb aquests joves o els seus pares demostra que se’n van a l’estranger no només per completar la formació, sinó per quedar-s’hi. Alguna cosa els diu que el mercat de treball a Espanya està saturat i tothom coneix el cas d’algú que va trobar una bona feina als Estats Units, que sembla que continua sent la nova Xauxa, o a un altre lloc de la Unió Europea, i molt em temo que estem en risc d’aplicar el que diem dels immigrants que arriben en pastera: que els seus països d’origen perden capital humà perquè se’ls escapen els més joves, els més valents, els més sans, els més atrevits, els més preparats, els més emprenedors.
Acabarà passant això mateix a Espanya? De moment només és un dubte. El fet cert és que estem formant joves que tenen com a aspiració emigrar. És una emigració selecta, però emigració.
(La Vanguardia, 28/1/2024)
De todos los amigos que he tenido el que llegó más lejos con menos fue un zulú llamado Bheki Mkhize. De familia humilde, sin apenas estudios, nació en una aldea sudafricana en los años cincuenta con todo en contra, sin excluir el haber sido negro en tiempos de apartheid. Bheki fue un triunfador.
Acabó siendo elegido presidente de un gran sindicato nacional y luego diputado en el primer Parlamento democrático de su país. Lo tengo como mi referente de lo que cada día se me hace más evidente, que le damos un exagerado valor a la educación formal. Buenas notas en el colegio, títulos universitarios, másters, doctorados: muy recomendable todo –una ayuda importante, seguro–, pero ninguna garantía de éxito, o no tanta, ni de cerca, como la energía, materia prima cuya posesión depende más de la fortuna que del esmero.
Pienso en Adolf Hitler, cuyo éxito fue –en todos los sentidos de la palabra– brutal. Transformó a un país culto en una nación de bárbaros, casi todos sumisos a su voluntad. Tuvo a su alrededor gente mucho más preparada que él, como Reinhard Heydrich o Albert Speer, pero incluso para ellos la palabra de Hitler era la palabra de Dios. La energía fue lo que marcó la diferencia, igual que con líderes políticos menos malignos (bueno, en mi opinión), que también han conquistado la cima, también rodeados de gente más formada, como Pedro Sánchez o Donald Trump o Javier Milei o Giorgia Meloni o Margaret Thatcher.
No me limito al mundo político. En las empresas, los que ocupan los puestos de mando no suelen ser los que fueron los más listos en el cole, sino los que han tenido más ganas. Lo mismo con los empleados que no llegan a lo más alto, pero que avanzan más en sus carreras.
Pienso en el mejor camarero de los miles que me han servido en restaurantes en seis continentes. Cierro los ojos y veo a Pocholo, lo oigo. Rebosaba más energía, de lejos, que todos los demás. Sé que fue clave en el despegue de Al Fresco, el restaurante en Sitges donde lo conocí. Sé también que dejó de ser camarero y montó una pequeña empresa de vinos.
Los que destacan más no suelen ser los más listos del cole, sino los que han tenido más ganas
Además de Pocholo y de Bheki, tengo otro referente que ha logrado un éxito descomunal, un amigo español que se ha comido Estados Unidos. Hablo del chef José Andrés. Hace treinta y pico años llegó a Nueva York como un joven soñador más que apenas hablaba inglés, se mudó a Washington, abrió un restaurante, luego otro y hoy tiene más de treinta por todo el país. Lleva una oenegé que ha dado de comer a millones de personas en lugares sufridos de la Tierra como Ucrania y Haití, conoce personalmente a la mitad de los congresistas y senadores norteamericanos y se hizo amigo de la familia Obama.
Nunca en ningún lado conocí a nadie con más energía. Recuerdo haber comido con él en Madrid después de una semana en la que había grabado diez, o quizá veinte, programas de televisión, y después haberle acompañado al aeropuerto donde iba a coger un vuelo a Chicago, ciudad en la que esa misma noche iba a dar una charla en una gala multitudinaria. Estaba fresco como una de las lechugas que vendía en su fabuloso restaurante vegetariano en Washington.
No es que José no hubiera estudiado o no sea un talentoso cocinero. Al contrario. Había aprendido junto a Ferran Adrià (otra locomotora humana) en El Bulli. Pero la energía, como si el ser humano fuera un fenómeno de la física, es el factor que ha llevado a José a ascender a una órbita tan estratosférica. Y a ganar cantidades de dinero para él inimaginables cuando dejó Catalunya por Nueva York de jovencito.
La energía es la clave: nunca en ningún lado conocí a nadie con más energía que José Andrés
He estado hablando hasta ahora de éxito material, medible según las reglas del juego convencionales. Es igual de legítimo medirlo en términos de felicidad. Uno puede ser lo que algunos definirían como “un cualquiera” y tener una vida más rica que Jeff Bezos. Pero el grado de energía que uno invierte en el ámbito privado también contribuirá a determinar el éxito de un matrimonio o de la relación que uno tiene con los hijos.
Uno de los grandes escritores del siglo XX, Raymond Chandler, dijo cuando murió su mujer que ella había sido “la luz de mi vida, la totalidad de mi ambición… todo lo demás fue una llama para que ella se calentara las manos”. Pero era necesaria la energía para que la llama ardiera. Como también dijo Chandler: “Un matrimonio es como un diario: hay que rehacerlo cada día de cada año”.
Para los que no lo saben, sacar un diario cada día es una tarea que consume una extraordinaria cantidad de energía colectiva e individual. Ya que estamos, mencionaré al periodista más prolífico y quizá más brillante que he conocido, un excompañero de The Times y de The Independent de Londres llamado Robert Fisk. No solo era un terremoto cuando te sentabas con él en un pub, escribía ante un teclado con la fluidez y el vigor de un pianista tocando un concierto de Chaikovski. Instalado casi toda su vida profesional en Beirut, hoy su interpretación de la invasión israelí de Gaza sería un Gernika en palabras.
Otra forma de decir energía podría ser entusiasmo, cualidad que un famoso futbolista inglés que jugó hasta los 50 años, Stanley Matthews, identificó como el secreto del fútbol “y de la vida”. Pero la energía viene primero. Es el motor del entusiasmo. Lo opuesto es el cansancio, que conduce al hartazgo. Miren el caso de Jürgen Klopp, que, mientras estoy escribiendo esta columna, acaba de anunciar el bombazo de que se retira. Klopp es el entrenador de fútbol más carismático del mundo y, junto a Pep Guardiola, el más triunfador de la última década. Dijo que no solo dejaba su amado Liverpool sino también quizá el fútbol. ¿Su razón? “Me estoy quedando sin energía”.
Tirando un poco más lejos, lo mismo le pasó a Alejandro Magno, quizá la persona, o al menos el soldado, más exitoso de la historia. Pero lloró y poco después murió cuando no le quedaban más mundos por conquistar. Claro, Alejandro Magno fue un caso a todas luces excepcional que reunió en su persona la tormenta perfecta de grandes conocimientos y una colosal energía. Su profesor fue Aristóteles y él fue un disciplinado estudiante –de filosofía, lógica, medicina y arte–. Está claro: combina las dos cosas y garantía absoluta de que el mundo será tuyo. Pero, insisto, la energía viene primero.
Qué hacen los estudiantes más brillantes de la Selectividad en Catalunya de hace 10 años
Las pruebas de acceso a la universidad
Una década después, alguno sigue estudiando, otros han triunfado y hay quien lamenta no haber valorado mejor las opciones laborales de los estudios que eligió, pero todos son felices haciendo lo que más les gusta
Leia Jiménez Navarro, Gemma Muñoz Burgués, Marta Gil Bardají y José Alejandro Santamaría. Cuatro jóvenes catalanes que hace diez años triunfaron en selectividad con un 9,9, un 9,7, un 9,6 y un 9,7, respectivamente. Los cuatro confiesan haber estudiado la carrera de sus sueños, algo de lo que nunca se arrepentirán. Que luego el futuro te ponga en un sitio u otro… es algo impredecible, o no. Lo que tienen claro es que nunca hay que dejarse vencer por los obstáculos que van apareciendo en el camino, que sacar un diez en selectividad no te asegura el éxito económico, o sí, y que estudiar aquello que te mueve y te apasiona tiene la mejor de las recompensas: “Te da la felicidad”, coinciden estos cuatro universitarios, en su día, de nota. Cuentan a La Vanguardia su experiencia en esta última década. Trabajan o investigan sobre aquello que eligieron al dar el salta a la Universidad. Pero dejan claro que esta satisfacción por hacer lo que más les gusta no es sinónimo de éxito asegurado. Pese a ser tan brillantes en sus estudios, cuando llega la hora de volcar esos conocimientos en el mundo laboral las cosas no ruedan por sí solas. Hay que seguir formándose y su día a día no es muy diferente al del resto de personas de su edad, aunque puedan trabajar de lo que les gusta
Si hacen lo que les mueve acertarán
Leia Jiménez Navarro sacó un 9,7 en la selectividad de 2013 y, desde entonces, nunca ha dejado de estudiar. Dos carreras; Filología clásica y Filología catalana, un máster en Oxford de papirología griega, una tesis doctoral sobre la educación en la antigüedad, que aún está en proceso, y ¿por qué no hacer después un postdoctorado? Eso habrá que verlo. De momento Leia tiene muy clara su hoja de ruta. Quiere llegar a ser profesora universitaria y se encuentra en camino: “Hago lo que me gusta, aunque ello implique renunciar a ciertas cosas y hacer algún que otro sacrificio, lo importante es que mi trabajo me aporta una gran satisfacción personal”.
Y así es, Leia confiesa que dedicarse a la investigación exige reestablecer tus prioridades: "Hay que pasar largos periodos de tiempo en el extranjero, lo que implica pausar tus relaciones personales, separarte de tu familia y salir mucho de tu zona de confort". Además, la precariedad económica con la que hay que lidiar -"Hay veces que llegamos a fin de mes por los pelos", dice- y la incertidumbre profesional que eso genera son difíciles de llevar para esta joven filóloga que, a pesar de ello, vive enamorada de su profesión: “Hacemos que todo el mundo pueda disfrutar de su legado histórico-cultural y reconstruimos el pasado”, apunta, y añade que los expertos del lenguaje son esenciales en una sociedad bañada en la descontextualización y la desinformación.
Leia Jiménez, hace 10 años
Hace unos años Leia recibió una beca para hacer un máster en Oxford, donde se especializó en papirología griega. Desde entonces, la joven catalana es una profesional recuperando textos perdidos con el paso del tiempo y salvándolos del olvido: "Lo que más me gusta es trabajar con correspondencia privada, leer cartas familiares de hace 2.000 años te da una visión de la intimidad y del día a día de esas personas que no tiene precio". Además, la papirología es una disciplina con pocos años de recorrido y mucha investigación por delante: "Eso hace que sea más fácil estar motivado".
Leia sabe que podría llenar su cartera si se dedicara a otra cosa, sin embargo, la satisfacción personal que le aportan los libros es incomparable al dinero que le darían las salidas profesionales tan "exitosas" del mercado laboral: "Tengo la suerte y lasatisfacción de hacer lo que me gusta, eso es lo más importante". Por eso, ahora aprovecha para mandar un mensaje a los más jóvenes, a los que se encuentran en la misma situación en la que estuvo ella hace diez años: "Si escogen lo que les gusta, lo que realmente les mueve, siempre acertarán".
Leia Jiménez, ahora
"Tengo el trabajo de mis sueños"
Marta Gil Bardají es otra de esas cabezas brillantes que en 2013 estuvo cerca de llegar al diez en las PAU de Catalunya. En su caso fue un 9,6 exactamente. Original de Barcelona y con una gran trayectoria profesional, Marta Gil se encuentra, diez años más tarde, como directora del departamento de Desarrollo e Investigación en Vórtex, una empresa catalana dedicada a la modelización atmosférica de la industria eólica: “Utilizamos los mismos modelos que se usan para predecir el tiempo, pero nosotros los utilizamos para estudiar el pasado y poder saber con mucho detalle qué viento hace en un sitio específico del mundo”. De esta manera, dan un pronóstico de la potencia que puede generarse en un sitio específico: “Ayudamos a las empresas que quieren construir un parque eólico a saber si el proyecto es viable o no”, resume la catalana.
Marta confiesa que tenía muy claro que quería estudiar Física y Matemáticas en la universidad. Sin embargo, fue al acabar la carrera cuando afloraron las dudas: ¿Ahora un máster? No lo tenía tan claro: “No sabía ni por dónde tirar cuando me puse a mirar qué opciones había, así que decidí ponerme a trabajar en directo. No quería precipitarme y acabar estudiando algo que luego no fuera a gustarme”. Y dio en la diana. Marta empezó a trabajar en Vórtex al terminar la carrera y dos años después, con algo de camino andado, se decantó por hacer una especialización en Meteorología: “Algo muy aplicado que al acabar la universidad no me hubiera imaginado haciendo”.
Marta Gil Bardají, en 2013
Ahora sigue trabajando en el que se ha convertido en su trabajo ideal, así lo define ella: “Es un trabajo creativo, tranquilo, en el que se viaja bastante... Todo lo que yo quería”. Taiwán, Corea, Dinamarca, Escocia, Lion y Múnich son algunos de los sitios que la joven ha pisado este último año: “Casi siempre es subir y bajar para atender clientes, pero esta vez cogí unos días de vacaciones para aprovechar los vuelos a Taiwán y a Corea y hacer algo de turismo por mi cuenta”. Un trabajo agradecido y una empresa que cuida mucho a sus empleados: “Cobro muy bien, estoy muy contenta, hace casi 5 años que estoy aquí y se ha notado en el sueldo, nos tratan muy bien”.
Marta Gil Bardají
"No sé ni cuándo ni cuánto voy a cobrar"
“Si con 18 años hubiera sabido que iba a encontrarme con este panorama seguramente hubiera estudiado otra cosa, pero me gusta mucho lo que hago, así que ahora me toca sacar las castañas del fuego”.
Diez años después de obtener la calificación más alta de selectividad en Catalunya, un 9,9, Gemma Muñoz Burgués ha aprendido, con el paso del tiempo, que hay que mirar muy bien el tipo de salidas profesionales que tiene cada carrera antes de decantarse por una.
La situación es la siguiente: Gemma estudió Traducción e interpretación en la Universitat Autònoma de Barcelona, después se fue a Alemania a trabajar durante cinco años en una agencia de traducción privada. Al mismo tiempo, estudió un máster de Interpretación en la Escuela Técnica Superior de Colonia y su último año lo ha pasado haciendo prácticas en la Comisión Europea de Luxemburgo. Ahora, ha vuelto a España para sacar adelante un nuevo proyecto: “Estoy empezando en Barcelona como autónoma. De momento busco clientes para traducir e interpretar, sobre todo para interpretar, y también hago algo de subtitulación”. Pero ¿cuál es el problema? Que su profesión no está regularizada y, por lo tanto, vive con una gran incertidumbre profesional.
Gemma Muñoz en sus inicios como intérprete
"Me estoy encontrando muchos obstáculos por el camino, no sé ni cuándo ni cuánto voy a cobrar, además mando mi currículum y nadie hace caso o me dicen que quieren rebajarme la tarifa". La catalana se ha encontrado con una profesión muy salvaje, así es como ella la define, y no tiene claro qué va a ser de su futuro si la situación continúa tal y como está: “Cuando me metí aquí no tenía ni idea de cómo funcionaba este sector y he descubierto que no se puede vivir de traducir libros. Ahora me toca espabilar, sino tendré que buscar algo más regular dentro de alguna empresa”.
Gemma Muñoz
Poder cambiar el futuro es un regalo"
José Alejandro Santamaría está en Irvine, a ocho horas de tomar un vuelo que le llevará a Barcelona a abrazar a sus padres y a asistir a la ceremonia de graduación de su hermana Gabriela en la UAB. Le parece mentira que hayan pasado dos años desde la última vez que pisó la ciudad. Pero más brumoso todavía tiene el recuerdo de hace diez años en que, de chaval, dejó el instituto Leonardo da Vinci de San Cugat del Vallés para examinarse de las pruebas de acceso a la universidad (PAU o EBAU). Un adolescente que descubrió con sorpresa que había sido una de las mejoras notas de Catalunya: 9,7.
Ahora, este joven de 27 años está cursando el doctorado en Ingeniería aeroespacial en la Universidad de California en Irvine, investigando sobre las cualidades del amoníaco como combustible, capaz de generar una energía más limpia que el CO2. Para ello está en uno de los laboratorios más punteros del mundo, con grupos de investigación que están buscando la forma de paliar las consecuencias del cambio climático, como el de Jack Brouwer, director de Centro Nacional de Investigación de Celdas de Combustibles. California ya está aplicando algunos de los avances.
José Alejandro Santamaría, en una imagen de 2017, poco antes de irse a Irvine
“Decidir implicarte en crear un futuro sostenible para el planeta es motivador, todos los grupos de investigación estamos en la esperanza, que es el lado contrario al desencanto y el derrotismo que también está en mi generación. Y tengo la suerte de estar rodeado de gente como yo, que busca soluciones”.
Santamaría cursó la doble titulación de Ingeniería aeroespacial y Matemáticas en la Politécnica de Catalunya, dentro del programa Centro de Formación Interdisciplinaria Superior (CFIS), que apoya a alumnos de alto rendimiento. “Gente tan interesante y buenos compañeros, estamos conectados, todos repartidos por el mundo”. Posteriormente obtuvo la beca Pere Balsells, un insigne ingeniero catalán que ha apoyado a dos centenares de jóvenes para que estudien en la Universidad de Irvine. “Sin esta ayuda no estaría donde estoy”. Un día, espera, volverá a vivir a Catalunya porque es aquí donde le gustaría asentarse.
José Alejandro Santamaría
Una professió desplomada
Pocs dies abans de morir, el periodista Grant Wahl va anar a l’hospital Hamad de Doha perquè es trobava malament. “El meu cos finalment s’ha esfondrat. Tres setmanes de dormir poc, estrès elevat i molta feina et poden causar això”, va explicar llavors. Wahl tenia ofici, prestigi i vuit mundials a l’esquena. Cobria el partit de quarts de final Països Baixos-Argentina per a la CBS i va patir un col·lapse a la tribuna de premsa.
En aquest cas –igual
com en els de Khalid al-Misslam i Roger Pierce, també morts sobtadament
a Qatar– no hi va haver armes ni explosions, ni emboscades ni combois
assassins, sinó una altra mena d’envit. Una violència que molts
professionals exerceixen contra si mateixos gairebé sense ni
adonar-se’n, ja que se senten peces essencials d’un engranatge que no
s’ha d’aturar mai. Es tracta d’un mandat intern difícil d’apaivagar,
fins i tot per a aquells que sense ser corresponsals de guerra se
senten soldats de la informació i anteposen la vida professional a la
personal, lliurant les seves millors hores a l’elaboració d’una crònica,
una anàlisi, un reportatge, un tancament.
Avui, la màxima vulnerabilitat dels periodistes no és cap altra que la precarietat. No em refereixo a les estrelles, aquells que han aconseguit ser tan cèlebres com els seus entrevistats, sinó als fotoreporters que van a la notícia sense cobertura, pagant-se ells mateixos el viatge i els entrepans. “Un periodista ha de ser un home obert a altres homes, a altres raons i a altres cultures, tolerant i humanitari”, afirmava Kapuscinski.
I jo penso en tants veterans expulsats de les plantilles malgrat el seu talent, i en tants joves àmpliament preparats – freelances , per descomptat– que per arribar a mileuristes han de despatxar almenys una vintena de col·laboracions al mes. Les noves generacions que surten de les facultats són conscients que les garanties ja no existeixen; i entre altres fenòmens s’està produint una migració de periodistes gràfics nacionals a mitjans nord-americans que els ofereixen seguretat, això sí, a canvi de disponibilitat permanentment.
La informació és un dels entreteniments globals més importants, però moltes vegades no es treballa amb personal qualificat per crear-la, sinó que s’empara tota mena de generadors de continguts que són aficionats. I ara arriba un nou convidat, el ChatGPT. Ells assumeixen els atributs d’un periodista, mentre els autèntics professionals acumulen una col·lecció de penalitats –i també de culpes– per no saber, o no poder, dir que no.
*****
Editorial Clarbooks
https://www.clarbooks.com/
Colección ¿Por qué soy...?
*****
Millor lampista que metge
Observo els seus rostres desencaixats a les manifestacions madrilenyes i em sorprèn pensar que anys enrere va existir tot un senyor metge, una figura amb ascendent social envoltada d’una aura venerable. Quan passàvem a les consultes, només la seva presència ens curava; semblaven tenir tot el temps del món, i recordo bé el moment en què es quedaven pensatius calculant la posologia i el món s’aturava entre la incertesa i la calma. Que els fills estudiessin Medicina es vivia com un premi, garantit l’ingrés en l’aristocràcia professional al reunir coneixements capaços de salvar vides. Qui hauria dit que, cavalcant el segle XXI, una hamburguesa costaria 9,95 euros davant els 12,95 euros del diagnòstic d’un glaucoma, com anuncia el Col·legi Oficial de Metges de Sevilla a la campanya “ No és just”?
La precarització de la sanitat pública és un símptoma inequívoc del profund canvi de valors al si del capitalisme accelerat, per al qual, excepte l’or, tot ha canviat. Un canvi de paradigma que no només desatén l’ètica de la cura, sinó que ha depauperat la posició social dels professionals de la medicina. M’alegra que els lampistes cobrin bé les hores, però que valguin tres vegades més que les d’un metge em produeix estupefacció. De debò valorem més els conductes interns d’un electrodomèstic que els dels nostres propis cossos? Com hem acceptat el vil empetitiment de l’envergadura de qui, després d’anys d’estudi i hores d’experiència, vetllen per la nostra salut? Paguem convençuts els nostres impostos, però només els arriben les engrunes i es troben enfonsats en una roda infernal d’hiperproductivitat que els obliga a diagnosticar en cinc minuts i amb quatre paraules.
Avui, les farmacèutiques cotitzen a l’alça a la borsa, i els investigadors –molts expulsats del nostre país per falta d’inversió en els seus projectes– avancen en tractaments innovadors i eficaços, mentre minva l’assistència, mecanitzant-se l’atenció primària. Esclar, no suposa beneficis econòmics, sinó despesa pública. Per això les cites d’aquí a uns quants mesos, sense tenir en compte la gravetat ni el termini de reacció. A l’hospital Ramón y Cajal veig una doctora amb dues ulleres posades –les de prop i les de lluny–; un senyal fortuït del seu esgotament. No havíem depès mai tant dels sanitaris, i, en canvi, el nostre sistema accelera una caiguda lliure del complex entramat que és la sanitat universal, la qual cosa per a molts ciutadans vol dir viure al ras.
*****
L'altra cara de la felicitat
La Vanguardia, 13/10/2022
És possible que alguns pares i mares hagin sentit el mantra dels seus fills els últims mesos associat a l’amor que senten per professions noves que estan sorgint gràcies al desenvolupament tecnològic i de les xarxes socials com la de youtuber o . Abans que res molta calma. Sé que alguns encara no estan preparats per sentir com les personetes que més s’estimen del món tenen més interès en la pantalla, els videojocs, la fotografia o els balls de postureig que en les professions de tota la vida, aquelles amb què pensem que els nostres fills tindran un futur brillant i sense excessives turbulències.
Però les dues visions –la d’alguns pares i alguns fills– han de tenir un punt en comú que hauria de ser un punt de partida innegociable: sense esforç, temps i perseverança el castell de cartes se’n va en orris, vulguis ser arquitecte, enginyer industrial o lluir les firmes que estan més de moda. I dic que pot ser un bon inici de viatge per a una xerrada profunda familiar perquè fa la sensació que, si bé hi ha algunes professions que són cada vegada més visibles, sembla que entorn seu s’ha edificat una espècie de llegenda urbana que condimenta aquestes feines amb l’esforç mínim i el salari desorbitat.
Evidentment,
no és així. I no només no és com alguns volen fer-se veure, sinó que hi
ha altres factors en aquestes professions emmarcades en els streamings o
els aires d’influència que afecten directament la salut mental del que
l’exerceixen, que no poden passar desapercebudes si volem que els joves
tinguin tota la informació en el moment de prendre una decisió i no s’ho
juguin tot al que veuen amb el seu youtuber predilecte. Crear contingut
diàriament sotmès a les exigències del públic genera guanys, però també
pressió i estrès. Estar contínuament exposat a l’aparador públic
implica tenir molts seguidors que t’estimen, però que en la majoria de
casos no t’estimen bé. Per no parlar de competència sense regles en unes
àrees amb marcs legals poc definits o l’aparició dels anomenats haters ,
que faran l’impossible per arruïnar la teva il·lusió diària. No es
tracta d’espantar o enfonsar els somnis de ningú. Simplement, que ells
tinguin tota la informació possible abans de prendre una decisió sense
maquillatge ni il·lusionisme. Ningú toca el cel sense haver fet un
Erasmus per l’infern.
*****
Joventut estafada
Però sí que hi ha una diferència respecte a les generacions precedents. Tenen cada vegada més eines per ser adults ben preparats. S’han multiplicat els estudis, parlen més anglès, estudien fora, fan Erasmus, màsters, beques... Aquesta diferència que ens hauria d’enorgullir, venint d’un país allunyat de l’analfabetisme per ben poques dècades, xoca amb un mur que hem posat al seu creixement. El mercat laboral, d’ençà que es va permetre que naixessin empreses el benefici de les quals és estrictament menjar-se una part important dels sous dels treballadors, no fa justícia a tot aquest esforç. He llegit anuncis que demanen enginyers informàtics becaris “amb dos anys d’experiència” (sic). Una doctora a punt d’iniciar el MIR prefereix fer classes d’anglès en negre que treballar: les ofertes no li compensen l’esforç. I conec companyes que cobren nou euros l’hora per fer una feina que es paga a 24: l’ETT que fa d’intermediària es queda la diferència. Si som el país on els fills marxen més tard de casa, vorejant els 30 anys, i la nostra natalitat es desploma, aquí hi trobaríem les explicacions.
Aquesta és la història del gran robatori a una generació que a vegades tenim la barra de jutjar com vells xarucs. No són egoistes: senzillament no els deixem viure.
*****
L’embafament laboral a l’espanyola
La Vanguardia, 12/6/2022
Si ara algú ens demanés que identifiquéssim els instants suprems de felicitat, cadascú respondria coses diferents d’una llista més o menys llarga, única i intransferible. Un moment exacte en què ens vam creure immortals.
Aquell matí.
Tocar-se i fer-se petons.
Tornar al poble a no fer res.
Perdre’s amb els amics a les cerveses.
Tocar el piano.
Cridar en un estadi.
Conversar amb un fill.
Llegir, el que sigui, davant un bon cafè.
Ficar els peus al mar un dia fred d’hivern.
No crec que només sigui durant la joventut quan us apropeu al privilegi d’experimentar aquest tipus de fogonades. Passa tantes vegades que fins i tot els teniu amb més intensitat a l’edat adulta, cosa que us porta a descobrir que no podeu perdre el temps fent coses que no voleu fer.
Fa mesos que es parla del fenomen nord-americà pel qual, entre el 2020 i el 2021, 21 milions de persones van trencar el seu contracte laboral. El degoteig de baixes ha continuat. El fenomen es coneix com la Gran Renúncia. S’han apuntat a aquesta moguda ciutadans americans, i després també italians i britànics. Un bon dia tots ells van deixar la seva feina actual i és obvi dir que no els satisfeia. Van comprovar que si s’aturaven de cop no s’enfonsava el món i que la vida són quatre dies, i tres els treballes. Que potser creuar l’existència era alguna cosa més que omplir-la de tasques i hores fitxades.
I van prémer el botó del reset . Apaga i torna a engegar.
Els americans ho han tingut fàcil per abandonar-ho tot i buscar o no una altra feina. La Gran Renúncia als EUA va arribar compassada d’una taxa d’atur d’un 3% que a Espanya no podem ni somiar (aquí és d’un 13%). Les circumstàncies del mercat espanyol i la nostra cultura laboral no faciliten precisament aquest fenomen. No obstant això, el que sí que ha emergit després de la pandèmia té a veure amb aquesta sensació tan universal d’estar perdent-vos alguna cosa mentre veieu com es fa de nit a l’oficina. Aquí no tindrem la Gran Renúncia, però sí la Gran Desmotivació: hi ha molta gent que ha renunciat de facto tot i no deixar la seva feina perquè no poden o no s’atreveixen a trencar-hi.
Un efecte d’aquesta actitud és la desvinculació personal amb el projecte de l’empresa, pública o privada. Els empresaris han de reaccionar com més aviat millor si no volen lamentar-ho més endavant. El tàndem benestar i productivitat ja no és una discussió únicament acadèmica. I ja no es parla només de les condicions laborals i salarials, que també. Fixeu-vos com es proclama la setmana de quatre dies. No sé si la solució és aquesta, però és clar que s’imposa un canvi de xip.
Ens hem cansat de viure per treballar? Aquesta és la gran pregunta postpandèmica que cada persona respondrà segons la seva pròpia perspectiva de la vida i del seu temps. Sens dubte, sigui quina sigui la decisió, potser ens adonarem que la raó de tant esforç dia rere dia sigui poder retenir aquells instants de felicitat on sempre voldreu tornar.
*****
Mama, vull ser youtuber
La Vanguardia, 19/2/2022
Un amic em comenta que la seva filla adolescent li ha dit que vol ser youtuber i l’home m’ha preguntat si s’hauria de preocupar. He fet broma responent-li que, amb una mica de sort, el farà milionari, encara que haurà d’acostumar-se al fet que la intimitat de la família pugui ser compartida per milions de desconeguts. Això del meu amic no és res nou: en les enquestes dels instituts sobre els plans de futur dels alumnes, és habitual la resposta que aspiren a ser youtuber, streamer o i nstagramer. A la sèrie televisiva Emily in Paris (Netflix), una jove executiva de màrqueting de Chicago es trasllada a la capital francesa i obre un compte a Instagram per explicar tot el que li passa, la qual cosa la converteix en una estrella de la xarxa social, i gràcies a això aconsegueix solucionar problemes de la seva oficina.
La revista Forbes ha començat a dedicar als youtubers una de les seves llistes dels més ben pagats. El 2020 l’encapçalava Ryan Kaji, un nen de nou anys, que gràcies al seu canal Ryan’s World, que té 30 milions de seguidors, havia guanyat 29,5 milions de dòlars anuals. A Espanya, la publicació Mercados e Investigación va situar Mikecrack en primer lloc, amb beneficis de 7,3 milions d’euros, seguit de dues germanes petites, Las Ratitas, que van ingressar 3,8 milions i que han publicat el seu primer llibre. Entre els deu primers hi ha el Rubius, TheGrefg i Willyrex.
Els youtubers actuen com a referents d’una cultura digital preadolescent. Segons un estudi realitzat per professors de les universitats Ramon Llull i Pompeu Fabra, els preadolescents coneixen i imiten el llenguatge i les expressions dels youtubers, fins i tot gaudeixen amb alguns que són “dolentots”. Es fascinen escoltant-los explicar el seu estil de vida ostentós, independent, extravertit i disruptiu, amb freqüents viatges i alts ingressos. Aquests creadors en línia són vistos com a referents entre la població més jove, quan el cert és que evadeixen responsabilitats fiscals, componen cançons que inciten a l’odi i ridiculitzen el fonament cívic i institucional que els ha vist créixer.
Trucaré al meu amic per dir-li que no havia de fer broma i que ha de parlar seriosament amb la seva filla.
*****
Dels tres amics inseparables de l’institut, dos es van jurar que no renunciarien a la seva vocació per diners i que estudiarien el que volguessin sense preocupar-se per les sortides professionals que tindrien després. Un volia ser matemàtic. La lògica abstracta dels números li donava una seguretat que no trobava enlloc més. No li feia res condemnar-se a fer de professor tota la vida. Sabia que segurament seria la millor opció que tindria. Estudiaria Ciències Exactes i després faria oposicions per ser professor d’institut, i si tenia sort i les treia, es dedicaria a l’ensenyament, que era una activitat molt noble.
L’altre
volia ser filòleg i tampoc no li importava saber que aquella vocació
limitaria molt les seves possibilitats professionals. Sentia que el món
de les paraules era el seu i que no podia renunciar-hi sense trair-se a
ell mateix. Com li deia el seu pare, s’hi faria més savi que ric, però
preferia haver de renunciar a viure folgadament que dedicar-se a
activitats que no li interessaven.
El tercer no tenia una vocació clara, però sabia el que volia: guanyar-se bé la vida, no passar mai estretors. Quan va arribar el moment, va dubtar entre Dret o Econòmiques. Convençut per un oncle que era procurador, es va decidir per Dret, que deien que era més fàcil, i quan al tercer any va cursar Dret Mercantil va sentir que havia trobat el camí que buscava. Allà hi havia diners.
Els estudis universitaris els van allunyar, però es van continuar veient de tant en tant. El futur matemàtic i el futur filòleg se sentien orgullosos de la decisió que havien pres. No els sobrarien mai els diners, però farien el que volien: ¿a quina riquesa més gran es podia aspirar? El futur advocat també estava satisfet del camí que havia escollit. Amb l’excepció del Dret Mercantil, aplicava a totes les assignatures la llei del mínim esforç. La seva prioritat era enllestir la carrera com més aviat millor.
El matemàtic va treure Ciències Exactes amb les màximes qualificacions i al cap d’un any i mig ja havia guanyat les oposicions per ser professor d’institut. Va ensenyar durant tres anys lluny de Barcelona; després va aconseguir el trasllat. Va conèixer una professora de piano, se’n va enamorar i, sabent tots dos que mai no serien rics, s’hi va casar.
El filòleg es va col·locar en una petita editorial en què tant li demanaven que corregís unes proves com que redactés una contracoberta o que llegís un autor estranger per veure si valia la pena traduir-lo. En poc temps, va aprendre totes les facetes de l’ofici. Era un món de possibilitats econòmiques limitades, però que li podia donar moltes satisfaccions personals. Aviat s’hi va fer un nom, pel rigor i serietat amb què treballava. La seva ambició era aconseguir que les paraules que emprava o que passaven per les seves mans diguessin sempre el que creia que havien de dir, amb la màxima precisió possible. Va descobrir que era un objectiu tan noble com difícil, i que podia omplir una vida sencera.
L’advocat va treballar durant dos anys al departament jurídic d’una gran companyia estrangera d’auditoria, en la qual, a canvi d’un sou reduït i pencant més hores que un rellotge, va aprendre en dos anys tot el que no havia après a la facultat. Després es va incorporar a un bufet en què també el van fer treballar molt més que ell no havia imaginat mai. Però no li importava. Veia els diners que guanyaven els advocats que feia cinc o sis anys cobraven com ell ara, i sentia que estava en el bon camí.
Quan un directiu d’una empresa d’anàlisi de dades va contactar amb ell, el matemàtic no es va imaginar que la seva vida estava a punt de canviar radicalment. Va acceptar col·laborar amb aquella empresa per curiositat i perquè no era incompatible amb l’ensenyament. El van fer soci i al cap d’un any va deixar l’institut i la professora de piano per dedicar-se a temps complet a la informàtica i a una programadora que creia molt en ell.
El filòleg va esdevenir un guru del món editorial. No aspirava a l’èxit comercial, ni a cap mena de protagonisme. L’únic que volia era fer llibres dignes de ser llegits. El seu orgull era veure que els lectors confiaven en el seu criteri a ulls clucs.
L’advocat va especialitzar-se en la fusió d’empreses. Va haver de treballar moltes més nits i caps de setmana del que mai hauria imaginat, però ha fet alguns dinerons. Té un fill que fa un màster d’Administració d’Empreses en una de les millors escoles de negocis d’Europa.
Ara tots tres tenen més de seixanta anys i han quedat per dinar plegats. El filòleg guanya poc més del que guanyava a la petita editorial en què va començar, però ja li està bé. L’únic luxe al qual aspira és la satisfacció dels llibres ben fets. Vota a favor d’un partit d’esquerres. El matemàtic és, de molt, el més ric de tots tres. El paquet d’accions de l’empresa d’anàlisi de dades que té val una fortuna. A més, té participacions de mitja dotzena d’empreses més. Vota a favor d’un partit de centreesquerra. L’advocat es guanya bé la vida, però és un esclau dels clients. Vota a favor d’un partit conservador.
Dinant, parlen de moltes coses, entre les quals de l’institut. No esmenten les aspiracions que tenien ni el que la ruleta de la vida ha fet amb ells. Flota a la taula una barreja de vella companyonia i d’apagada competitivitat. A l’hora del cafè, l’advocat se n’ha d’anar escopetejat al despatx perquè un client el vol veure amb urgència. El filòleg i el matemàtic allarguen la sobretaula. No ho diuen, però tots dos compadeixen el company, que malgrat els anys que té encara no pot disposar del seu temps amb llibertat. Quan se’n van, veuen que la bicicleta del filòleg està lligada a un fanal just davant del Porsche Cayenne del matemàtic. Tots dos agafen el seu mitjà de transport amb orgull, sense poder evitar un vague sentiment de superioritat.
Bones festes.